Decían las escrituras perdidas en el templo de Zeth, que cuando él naciese, todo cambiaría. Nació y creció y nada cambió, jugó y aprendió y nada cambió, luchó y venció y nada cambió, amó y odió y nada cambió, luchó de nuevo y perdió y nada cambió. Aquellas escrituras nunca debieron ser creídas, entonces todo habría cambiado.
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