martes, mayo 27, 2008

Dos horas


Y justo cuando las lágrimas empezaron a nublar su vista, y la garganta dolía por la congoja, pensó en ella e intentó recordar. Entonces la presa de sus ojos se desbordó y un torrente salado de sufrir dormido recorrió sus mejillas. Cuando quiso darse cuenta, estaba acurrucado a los pies de la cama con la mirada perdida en la blanca pared. Sólo faltaban dos horas para el funeral.

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