Sin frío en los huesos no fue capaz de percibir lo especial del momento. Alzó una ceja en señal de luto, y mirando al sol desafió a los elementos con una sonrisa prestada. Al fin el tiempo había dejado en paz las arrugas de su rostro y no pudo por más que dejar escapar una lágrima, un pensamiento y el aliento de una vida marcada por la incesante búsqueda de lo efímero.
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