Entre sus dedos las cartas cobraron vida: las espadas entrechocaron, los oros tintinearon rebosando riquezas y los bastos florecieron en reverberantes brotes de enredadera. Solo las copas permanecieron quietas, esperando a que alguien libara de su interior un azaroso licor de embriagador aroma y suave tacto al paladar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario