martes, junio 29, 2010

Aficcionado

De camino cacé al vuelo palabras que me atraparon sin remedio, aún a sabiendas de que hay quien dice que oír conversaciones ajenas es un acto reprobable. Para mí su atracción fue tan inevitable como la del más dulce de los pecados. Atento al desarrollo de la narración, fui entrando en la historia allí contada y trasladado a otras vidas y momentos, a otros lares y vivencias que me hicieron sentir emociones ajenas junto a las mías propias, como un espectador demasiado cerca de la pantalla o el apuntador de una obra teatral que la vive, la conoce y a la vez se mantiene totalmente al margen de ella. Me pierdo y me encuentro, me dejo llevar, mecido por el fluir de la palabra. Cuando retomo por un momento el control, observo que he pasado mi destino, otro día que llego tarde por andar viviendo las vidas de otros...

3 comentarios:

  1. Como siempre maravilloso. Entiendo esa sensación, creo que es una de la spocas razones por las que pudiera disfrutar el transporte público. Solo que yo siempre traigo audífonos, sin embargo, ver las expresiones en la gente que conversa, la que va sola, la que va leyendo un libro, es casi como leer a través de ellas. Y eso no es solo una forma de aprender, sino también de sentir la vida.

    Un saludo desde México.

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  2. Vivir la vida de otros tiene el encanto de poder dejar de hacerlo cuando quieras sin morir.
    Salut

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  3. Precioso relato acerca de como la curiosidad mató a la puntualidad.

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