domingo, diciembre 25, 2011

Perdido

Nunca me había aventurado más allá del Arroyo Blanco. A partir del estrecho cauce, el bosque se hacía más denso y oscuro, aún durante el día. La tupida cúpula de hojas y ramas entrelazadas, impedía que la luz tocase el interior de la espesura. No había caminos, no había señales, solo oscuridad y cuerpos serpenteantes y escurridizos deslizándose entre la maleza, solo inquietud en mi mente y miedo en mi pecho. Lloré.

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