sábado, diciembre 31, 2011

Remolino


Cuando el agua juega, el hombre pena. Lo decía padre y lo cantaban los pájaros del bosque junto al arroyo. La noche era especialmente fría, y noté como de pronto las estrellas se movían más deprisa. Repentinamente me sentí despedido fuera de la balsa, e instintivamente me agarré a ella, la fuerza del remolino la zarandeaba y la atraía sin remedio. La solté. La perdí. Me salvé. Estaba empezando a conocer al río.

jueves, diciembre 29, 2011

Cenizas

Todo lo que encontré al regresar fueron cenizas. Madera quemada y rescoldos humeantes de lo que hace dos días era un hogar, mi hogar. Quién, cómo y cuándo no lo sabía, pero quería saberlo. Solo aplacó mi desconcierto el consuelo de saber que probablemente había salvado mi vida gracias al bosque. La traición fue protección, mi cárcel no era más que un abrazo, mi decepción se tornó en agradecimiento. Le debía mi vida al bosque.

martes, diciembre 27, 2011

La espera

Me levanté del suelo sacudiéndome la ropa. Miré a mi alrededor y vi una silueta que se acercaba con parsimonia. Le reconocí entre las nubes de polvo que dejaba tras de sí el coche que se alejaba, era mi abuelo.

-Pero abuelo -dije entre sorprendido y emocionado- si tú habías muerto...¿cómo...?
-Sí, hijo, llevo esperándote treinta años...

Y nos fuimos juntos, allí donde aguardaban el resto de mis ancestros, a seguir esperando...

De vuelta

Tras dos días perdido y desorientado, decidí regresar a la cabaña que era mi hogar. El bosque me había traicionado, dejó de hablarme, dejó de guiarme, me envolvió con lo peor de sí mismo, me enseñó falsos caminos y no cedió un palmo a mis súplicas. El bosque de un millón de años me había traicionado, me había retenido en sus entrañas a la fuerza, y yo no podía devolverle la moneda.

domingo, diciembre 25, 2011

Perdido

Nunca me había aventurado más allá del Arroyo Blanco. A partir del estrecho cauce, el bosque se hacía más denso y oscuro, aún durante el día. La tupida cúpula de hojas y ramas entrelazadas, impedía que la luz tocase el interior de la espesura. No había caminos, no había señales, solo oscuridad y cuerpos serpenteantes y escurridizos deslizándose entre la maleza, solo inquietud en mi mente y miedo en mi pecho. Lloré.

viernes, diciembre 23, 2011

Soledad

Pasaron tres días y tres noches y no regresó. Le pregunté al bosque pero no me supo responder. La lluvia había borrado todo rastro de padre y de los soldados, y los pájaros no habían volado en ese día lluvioso. Esperé tres noches más y salí a buscarle. En el zurrón tan solo un trozo de queso y tocino rancio, pan blanco duro como una piedra y la esperanza de que el bosque se apiadase de mí.

miércoles, diciembre 21, 2011

La lluvia

La gota incesante me trae recuerdos perdidos de bosques mojados y arroyos danzantes. Recuerdo la lluviosa tarde en que vinieron a buscarle, eran cuatro hombres armados, uno de ellos, el más alto y fornido hacía aspavientos con sus largos brazos mientras mantenía sus ojos tan abiertos como le permitía su alterado rostro. Padre cogió su espada y se fue. Solo me quedó la lluvia, igual que ahora solo me queda el fluir sin pausa de esa maldita gota.