domingo, enero 01, 2012

Al raso


Encendí un fuego con unas cuantas ramas y el pedernal que había guardado en mi bolsillo. Era la piedra de fuego que padre tenía junto al hogar, y que se había salvado del incendio que destruyó mi casa. Ahora el fuego destructor me daba la vida, como el bosque traidor me la salvó y el lobo hambriento me la perdonó. La vida, tan barata y tan cara, tan valiosa y tan fútil, todo según qué o quién la ponga en su balanza.

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