miércoles, febrero 08, 2012

Las mil y una mentiras

Escaparon los culpables y juzgaron a los jueces; prohibieron lo prohibido cuando ya no lo era. Pidieron más riquezas cuando no quedaba nada, y quitaron los harapos a los que ya iban desnudos. Sus palacios se hacían cada vez más grandes y lujosos, mientras a su alrededor, los hambrientos de hechos se empachaban de promesas. Pedían mesura mientras arrojaban toneladas de oro a los cerdos, querían cobrar por el aire que respiraban los que trabajaban la tierra agotada. Despojaron de sus casas a los miserables y desvalidos, a sus madres e hijos. Los libros, las canciones, los poemas y las historias no podían ser de nadie, no sin que ellos oyeran sonar sus propias bolsas. Por suerte, todo esto ocurrió en un país tan desconocido y lejano, que ni aún los ancianos más sabios recuerdan ya sus ecos.

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