jueves, febrero 14, 2013

Epistolaberinto

La mano y el ojo temblaban por igual sobre el papel húmedo de sal. La tinta besaba la superficie limando asperezas con tiernas palabras, pero ninguna de ellas aplacó ni un àpice su amargo dolor. Tras cien intentos vanos, de giros y vueltas, de arribas y abajos, de fuerza tan débil e ira tan fuerte, luchando y amando, perdiendo y ganando, la noche perdida y el sueño rondando; una noche en vela y una breve nota habitaron la carta que tanto importaba: el amor de veras es querer el bien de quién tanto amamos. Ahora una tostada y un cafelito, y a trabajar.

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