viernes, marzo 27, 2015

Tercera resurrección


Resucitar, tal vez, como el ave Fénix o Jesucristo, como las ganas de mear al viento, como las babuchas llenas de pelusa escondidas tras la alfombra, como una rata pustulosa aplastada por la tapa de una alcantarilla; como las mentiras cobardes que nos disparan por la espalda desde las pantallas que rodean nuestra vida. Resucitar es de cobardes, es la señal de no saber aceptar lo inevitable, de no ser capaz de seguir el sendero marcado, de no poder tantear las aristas del destino, resucitar es una mierda.
Pero a veces la resurrección no la decidimos nosotros, nos la marca una fuerza que no existe o una existencia que no fuerza; resucitamos a costa de otros, a base de nadas, a pulso de sangre y a metros de almas. Resucitamos lo muerto y matamos lo vivo, y todo para seguir sintiendo que aquí estamos, que aquí seguimos, y que portaremos esta bandera de ignorancia infinita hasta que volvamos a morir sin saber el porqué, y encima me está entrando hambre...

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