lunes, agosto 24, 2015

El mal genio

El genio abandonó la lámpara para atender a aquel que le había invocado.

-¿Qué deseas?- preguntó con voz altanera y actitud desganada.

- Un momento -alegó el invocador- se supone que debes presentarte ¿no? Hacer un poco de teatro, mucho más humo,... y decir que me concedes tres deseos...¿No es así la cosa?

- No - contestó el genio - te concederé uno y puedes dar las gracias de que no te fulmine ahora mismo por despertarme en mitad de un bonito sueño...
El sorprendido hombrecillo se frotó la rala barba tratando de argumentar sin ser ofensivo, pero viendo que el genio tornaba el color de su tez en un rojo intenso por momentos, se apresuró a tartamudear su deseo:

-¡Qui..quiero tener oro y riquezas, ser el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra!

- Uff, ese deseo es muy poco original, es más de lo mismo - argumentó el genio - ¿No se te ocurre algo mejor? De verdad que con deseos tan poco originales se me quitan las ganas de ser genio...

- Vaya - exclamó contrariado el hombre- a ver...pues ¡concédeme la inmortalidad y la juventud eternas!

- ¡Bravo! Otra cosa que me habrán pedido miles de veces en mi inmortal vida...esfuérzate por ser original, pobre mortal...o me negaré a complacerte.

- Bien, cálmate, oh genio - trató de balbucear el hombre -¿Puedes convertir mi voz en la de un tenor, mis pies en los de un danzarín y mis manos en la del más virtuoso guitarrista?

- Buenoo, como estamos hoy...estoy harto de conceder esa chorrada... ¡Te doy una última oportunidad o te quedarás sin deseo.!

- Mmmm, está bien ¡No me concedas ningún deseo!

- Como ordenes, mortal..., y el genio volvió a su lámpara entre humo y destellos a seguir durmiendo durante otros mil años.

Esto es básicamente lo que pasa cuando invocas a un genio un lunes.

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