sábado, octubre 31, 2015

Austeroide

Atizó el fuego con la punta de su bastón haciendo volar briznas de ascua alrededor de la improvisada hoguera. Miró a los niños y volvió a sentir el mismo miedo que le llevaba azotando días y a cada momento. Desde la semana del apagón, como decidieron llamar a aquello, no se habían cruzado con nadie más, carreteras y calles habían quedado cubiertas de escombros y metal retorcido, pero ni un ser vivo con el que intercambiar una mirada o un poco de conversación. La oscuridad que había cubierto los cielos impedía que la luz del sol calentase el aire, se arropaban con mantas y gruesos sombreros de lana, pero aun así, necesitaban mantener el fuego encendido. Por suerte o por desgracia había combustible de sobra, por lo que no era mayor problema encontrar algo que quemar, lo difícil empezaba a ser el encontrar algo que calentar en ese fuego para después saciar el hambre.
Abuelo - exclamó de pronto uno de los niños - ¿Por qué ya no hay sol?
El anciano dudó un segundo, miró al cielo y bajando la mirada de nuevo hacia la fogata respondió entre dientes: nos lo quitaron por no pagar…

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