jueves, enero 14, 2016

Con tacto...


Viajaba de madrugada por una solitaria carretera comarcal cuando avistó unas extrañas luces de colores que se acercaban a su furgoneta.  Cuando uno de los haces de luz alcanzó su rostro, sintió como la realidad se detenía y el sonido pasaba a ser un zumbido contenido que retumbaba en su cabeza recordando al sonido de una campana sorda, todo se detuvo y su vista se nubló por momentos. Optó por bajar del vehículo, pero como a cámara lenta. Entonces les vio. Eran muy altos y de una delgadez extrema, con piel cetrina y ojos oscuros. Ojos almendrados y sin pupila, brillantes y profundos, terriblemente inexpresivos. Se acercaron y la luz desapareció dando paso a una tenue semioscuridad con olor a cieno. Comenzó a sentir un leve sopor que se fue agudizando por momentos hasta obligarle a tener que agitar la cabeza para evitar caer dormido. Fue en vano. Durante el sueño sintió, como en una semi-consciencia inducida, que le despojaban de su ropa y le tumbaban en una superficie lisa pero cálida que en ningún momento le hizo sentir incómodo, sino todo lo contrario. Notó como manipulaban diferentes partes de su cuerpo, como le inyectaban agujas y como hacían pequeños cortes en determinadas zonas. Trató de quejarse pero era incapaz de despegar sus labios para emitir una sola palabra. Tras unas horas en aquel supuesto quirófano, fue trasladado a una habitación donde le conectaron a un extraño dispositivo al que permaneció unido durante varios minutos. Cuando despertó por fin, se encontraba en una hamaca a orillas del Caribe, bajo una palmera y con una caipiriña en la mano. Esta vez los marcianos se habían portado.

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