lunes, febrero 08, 2016

Café Verne

Barbicane y Maston charlaban animadamente sobre la construcción del gigantesco cañón que les permitiría llevar a cabo su proyecto de enviar al hombre a la Luna. No muy lejos de su mesa, el capitán Nemo relataba a su contramaestre como pensaba equipar el Nautilus para consumar su plan. Al fondo y cerca de la barra, Phileas Fogg se jugaba sus últimas libras esterlinas en una mano de póquer mientras sus compañeros debatían sobre el tiempo que tardaría una persona en dar la vuelta al mundo. Julio sonrió; cerró su libro de notas y, tras pagar su café, se dirigió de vuelta a casa con una sonrisa de oreja a oreja.

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