jueves, marzo 17, 2016

El implante


Le abdujeron. Sin platillos volantes ni haces de luz, sin campanas de irrealidad ni seres azules de tres metros, le abdujeron como se ha hecho de toda la vida. Primero le educaron para no reflexionar, para mitigar sus diferencias, para ceñirse a una labor milimétrica y constante que le permitiese sufragar los gastos derivados de aquellas necesidades que le fueron implantadas sin cirugía ni rayos láser, sino con absurdas promesas de felicidad manipulada a través de los medios: estudia una carrera, obtén un título, busca un trabajo, compra una casa, hipoteca tu futuro, encuentra el amor verdadero, cásate, ten hijos, edúcalos según nuestro criterio, trabaja, gasta dinero en lo que te digamos, compra un nuevo coche, paga más impuestos, paga, paga más, no molestes mucho a los que mandan, calla, traga, traga más, agacha la cabeza, no pienses, no protestes, mira la tele que fabricamos para ti, oye la música que queremos que oigas, lee la prensa que inventamos para que pienses lo que queremos que pienses, muere deprisa, y danos tu vida para que podamos seguir gobernando el mundo a nuestro antojo. Le dijeron que eso era la felicidad, y él los creyó.

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