martes, marzo 08, 2016

Encuentros en la tercera ronda



El país llevaba dos meses sin gobierno. El proceso de presentación de candidaturas, reuniones, pactos e intentos de investidura se había estado alargando en demasía, y a esas alturas se pronosticaba que habría que convocar nuevas elecciones en breve. A las cinco de la tarde comenzaron a verse las primeras naves. En menos de dos horas, los alienígenas habían tomado las principales ciudades y exigían hablar con el Presidente. Mariano Rajoy, como Presidente en funciones,  no estaba dispuesto asumir una responsabilidad que oficialmente no le correspondía (en realidad tenía bastante miedo de enfrentarse a una entrevista con un líder interplanetario, y más con su limitada capacidad para los idiomas). Los aspirantes Sánchez y Rivera no dieron señales de vida, habían desaparecido del mapa en cuestión de minutos. Iglesias y Garzón montaron una asamblea y comenzaron a organizar la resistencia pacífica anti-invasores, con lo que tampoco podían hacer de parlamentarios frente a los visitantes del espacio exterior. El rey de España fue sometido inmediatamente al protocolo de actuación de emergencia frente a contingencias de origen paranormal/extraterrestre, con lo que se encontraba a resguardo junto a su familia y a los reyes putativos en un secreto bunker en algún punto de la geografía española (o no). Los emisarios del espacio tardaron tres días en poder encontrar y reunir a los seis líderes esparcidos por el país. En la sala principal de la nave madre, los políticos se miraban unos a otros extrañados, al tiempo que seguían culpándose recíprocamente de la situación y echándose en cara hechos del pasado remotamente relacionados con la experiencia que estaban viviendo. Al cabo de unos minutos hizo acto de presencia el Comandante Vulcanus, líder emérito de las hordas Ultragalácticas y Presidente Supremo de la Coalición de Planetas Belicosos. Se hizo el silencio. El imponente líder activó una especie de micrófono que permitía traducir automáticamente el idioma alienígena al castellano. Miró fijamente a cada uno de los cinco presidentes, y finalmente al rey, y con esa voz robótica provocada por el ingenio electrónico que le permitía entenderse con la humanidad, mientras ladeaba ligeramente la cabeza, exclamó en tono conciliador: “Apañarse, hombre, apañarse…”

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