Caminaba Caperucita Roja feliz por el bosque cuando
se le apareció el Lobo Feroz en medio del camino.
- ¿Dónde vas Caperucita? – preguntó el taimado cánido.
- A casa de mi abuelita – respondió candorosamente la niña.
- ¿Y qué llevas en esa cesta? – inquirió el Lobo todo feroz.
- Pan, miel y madalenas recién hechas – contestó orgullosa
la pequeña.
- Pues te digo Caperucita- continuó el Lobo- que si vas por
este otro camino, podrás ahorrarte un gran trecho, y tu querida abuela podrá
saborear antes esas ricas viandas…
Entonces Caperucita (que en realidad se llamaba Charo) metió la mano en su cesta y sacó un teléfono,
cuya pantalla consultó durante unos segundos y respondió al lobo:
-
¿Qué dices, “pringao”? En Google Maps pone que
ese camino me llevaría catorce minutos más a pie, y cuatro en coche, así que no
te columpies y ahueca que se enfrían las madalenas…
Y diciendo esto quedó demostrado que hoy en día los cuentos
ya no podrían ser lo que fueron.
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