martes, mayo 24, 2016

Ranas



Comenzar en un nuevo empleo siempre suena como algo emocionante y lleno de esperanzas; un paso adelante en la vida con nuevas perspectivas y visos de un futuro mejor. Todo hasta que descubres que te ha tocado trabajar en un taller de ranas. No se trata de un sitio donde fabriquen o empaqueten batracios, no. Un taller de ranas es una factoría donde los empleados son ranas, ranas verdes, ranas rojas, ranas gordas y ranas flacas, ranas de grandes bocas con lenguas que se disparan a largas distancias para atrapar un insecto o, a veces, una pelusa mecida por la brisa (que luego escupen estrepitosamente).
Las ranas no siempre son ruidosas, pero cuando una empieza con su croar, contagia al resto que se une al cántico con frenesí y desenfreno creando una orgía de ronquidos, chasquidos y chirridos que impiden concentrarte en tu tarea adecuadamente. Cuando me quejé al director me dijo que me hiciese con unos tapones para los oídos o unos auriculares, que no se podía hacer más porque las ranas son mayoría y no se puede perjudicar a la mayoría.
Algunas ranas huelen mal porque vienen de lodazales o albercas llenas de moho y limo, pero tampoco se les puede decir nada porque son ranas y es su forma de ser. Puesto que son muchas y les gusta la jarana, cada día celebran algo: un cumpleaños, un aniversario, una despedida, un santoral,…entonces traen saltamontes y cucarachas para todas, y durante media hora dejan sus tareas para deleitarse con tan preciados manjares. Aquí me tachan de asocial por no compartir estos festejos, pero es que a mí el sabor a coleóptero me puede.
Hay algunas ranas, e incluso algunos sapos, que protegen su posición dentro del taller con uñas y dientes, y pese a que no son especialmente duchos ni están especialmente preparados, son hábiles en tramar y prestidigitar, y se las apañan para que la culpa de cualquier fallo o error recaiga sobre las ranas menores, que acaban cargando con todo: trabajo, errores, culpas y reprimendas.
Seguramente pensarán que debería renunciar y buscar otro trabajo menos desagradable, y créanme que si no lo hago, es porque el otro puesto disponible era en un bufete de ratas.

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