domingo, junio 05, 2016

Peligro desidia



Con la realidad incrustada en su piel tras años de monotonía y letárgica rutina, le era imposible soñar con la fuerza de unos ojos nuevos. Dejaba pasar los días y los meses como se escurre el agua en un arroyo poco profundo: sin fuerza, sin alegría, sin ganas ni esperanza...

Cuando encontraba algo que le podía despertar de su letargo, enseguida surgían los miedos de antaño, los temores de un futuro incierto, el terror a revivir aquello que le había dejado tan profundas marcas que cualquiera creería que había nacido así. Acababa por enterrarlo y rechazarlo, anteponiendo el miedo al dolor de un destino incierto, al disfrute de un ahora placentero aunque probablemente fugaz.

Al principio pensó que sería pasajero, que recuperaría sus ganas y sus fuerzas con el tiempo, pero no sucedió. La desidia se instauró en su alma firmemente, como quien se queda a vivir en un cálido hogar sin decir nada, en silencio y sin molestar, sin mirarte apenas a los ojos, hasta que te das cuenta de que se está comiendo tu comida y vistiéndose tu ropa. Convirtiéndose en ti.

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