La cueva en la que nació era oscura y profunda, excrementos
y restos animales cubrían los rincones con un hedor acre y seco. Las pieles
yacían amontonadas sobre madera y brezo, aislando los cuerpos de la humedad y
el frío de la roca. El anciano de la tribu contaba a los jóvenes el secreto del
fuego y la lanza, de la flecha y el arco, mientras trazaba sobre la lisa pared
líneas ondulantes y figuras esquemáticas. Le enseñaron a cazar, a correr y a subir
a un árbol ante el peligro. Pero un día cayó al río y descubrió que nadie le había enseñado lo que había que
hacer para no hundirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario