domingo, marzo 12, 2017

Nocturnismo



Me lo contó mientras apuraba su cigarrillo. Era un tipo agradable y risueño, con una edad en la que aún podía permitirse el sorprenderse por aquello que le rodeaba. Me contó que aquella noche había luna, tal vez no luna llena, pero sí una luna grande, preñada de luz y de magia.

Llegaron junto a las rocas, el sitio donde podían liarse un cigarro de los suyos y disfrutarlo en calma mientras miraban el mar. Su única compañía, los pescadores que aprovechaban la gratuita luz para lanzar sus anzuelos. La tranquila noche llegó a su cenit y entonces lo vieron.

Vieron a un hombre desnudo, de mediana edad, con el pelo largo y enredado, estaba solo y no se percató de la presencia de los dos furtivos amigos. El extraño se acercó a la orilla, estaba lo suficientemente lejos de los pescadores como para no llamar su atención. Entonces, aquel hombre se agachó, se posicionó en cuclillas y arqueó su espalda, aquello no parecía posible. De su espalda comenzaron a salir lo que parecían otras personas, también desnudas y de todos los géneros y edades: niños, mujeres, ancianos,…saltaban y bailaban, entrando y saliendo del mar, y volviendo a entrar en aquel hombre que permanecía agachado.

Sonaba a excursión, a recreo, a fiesta, a visita; y sonaba a normalidad, no había luces, no había niebla, no había ruidos ni temblores, era todo ello de una normalidad pasmosa.
Los dos atónitos amigos se miraban y miraban su canuto. Aquella mirada cómplice, de los que se conocen desde niños, no necesitaba palabras, estaban viendo lo mismo y preguntándose lo mismo. Se quedaron contemplando la escena  hasta que todas aquellas personas volvieron a entrar en el hombre agachado, éste se levantó y con paso firme se fue adentrando en el mar hasta desaparecer.

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