jueves, octubre 01, 2015

En el fondo

Nadaba aquel pececillo en aguas tranquilas, rodeado de coloridas anémonas y fulgentes corales que envidiaban a su paso los colores de su cola. Cuando las mareas andaban revueltas y agitaban con fuerza el fondo, el pececillo nadaba tranquilo junto a las ballenas que le resguardaban con su inmensa paz e inamovible parsimonia. Nada alteraba su día a día, y el fondo del mar era el entorno más apacible que podía imaginar, excepto por un detalle: un viejo tiburón que no soportaba que aquel pececillo fuese más veloz, más listo y más bello que él. Trató una y mil veces de devorarlo, le persiguó por cuevas y recovecos tratando de terminar con sus aletas entre las fauces, pero aquel pececillo, después de mucho sufrir y penar pensó que no había nacido para ser pasto de tiburones ni protegido de ballenas, ni siquiera para huir por su vida o nadar para no ser devorado, aquel pececillo pensó que había nacido para detenerse de repente, mirar al tiburón de arriba a abajo, darle la espalda e ignorarle. Cuando el tiburón descubrió que aquel pez ya no le tenía miedo, dejó de interesarse por él, dió varias vueltas en círculo, que es lo que hacen los tiburones cuando se turban, y se dedicó a partir de entonces a asustar a los cangrejos y calamares, que tenían menos humos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario