La nieve hacía crujir los huesos al caminar. Toda la ciudad
bullía en silencio con los preparativos de la noche de Navidad. Señoras con
grandes canastos, banqueros con bolsas tintineantes, campesinos con gordos
pavos, todos tenían una misión o un cometido en aquella agitada urbe. Mientras tanto,
refugiados en una oscura buhardilla, ellos, los tres fantasmas de las navidades
presentes, pasadas y futuras, mataban el tiempo jugando al bridge esperando el momento de presentarse a míster Scrouge.
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