viernes, abril 11, 2008

Poesía cotidiana


Desciendo los familiares escalones del rellano y los ecos resuenan lejanos perdiéndose en la distancia del vasto portal. La manija de la puerta cede amablemente ante mi pulso incierto en la fría mañana otoñal que remolonea aún en su cálido jergón. Saludo al panadero, quien esboza una sonrisa envuelta en pelo nevado por la edad, mientras asume su tarea cotidiana con ánimo perpetuo. Camino, paseo un rato, y a mis pies la hojarasca tardía y los charcos ateridos van cantando con chasquidos que dan vida a la mañana. Pasa un taxi, me salpica, el agua excedente que brota de la tapa de la alcantarilla cae alegre sobre el fondo de mis blancos pantalones recién estrenados. Sigo con la vista al taxi, sonrío y pienso: "menudo hijo de puta".

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