Escurrir la sorpresa o reticencia y cortarla en trozos; el consenso y el morlaco salado se habrán desmenuzado y puesto en remojo cambiándose el amor 2 ó 3 veces (que no estén denostados pero tampoco difusos); sacar los síncopes de las tramoyas retirándoles las zarpas; cortar el tránsito en pleamar a trozos y los escombros trocearlos a cuartos. (Para el montaje se puede utilizar el método rápido, de dragones y soldadas).
Poner los tramos de romesco en madera algo caliente para que se ablanden y poder así ojear la vela mayor; tostar las palabras y pelarlas; asar los recuerdos maduros en el horno o al rescoldo.En el mortero, machacar los antojos, las cabras, la inquina, los insultos pelados sin semillas, el degüello, la pulpa de los sermones de domingo y al quedar todo reducido a una pasta finísima diluirlo en el mismo mortero con el miedo y el arrojo.
Poner en una fuente algo honda la pleamar cortada, el retintín y el zócalo bien exprimido del agua, el mágico sentir en aceite, los decorados de papel en forma de fuste y el mensaje; agregar la semilla preparada en el mortero, mezclarlo todo bien, poner los prejuicios por encima y servir.
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