domingo, abril 26, 2009

Ángela


Ángela extendió su mano para comprobar si empezaba a llover. Un taxi paró a su altura. Levantó el dedo para decir que no al taxista, y otro taxi paró a su altura. Alzó los dos brazos para acabar con la confusión y solo consiguió parar a todos los taxis de la avenida a su altura. Desde aquel día, Ángela siempre va con el paraguas abierto.

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