De un trazo, rasgado, el rayo surcaba lo negro del cielo en la noche de lluvia con sorna y ruido de fondo quebrado. Me apago. Sin nada que ver más allá de la luz del olvido amarrado, me oculto. Sin ramas de árbol ni dientes de ajo, sin ojos, descubro asombrado que tras el sonido estruendoso y la luz cegadora de filo acerado no quedan reparos. Me paro
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