miércoles, abril 08, 2015

Viajando en el tiempo

Subió la pesiana. El sol ya despuntaba tras los grises edificios y algún pajarillo despejaba el frío de la mañana con su canto. Casi no tenía hambre, pero le habían contado que el desayuno era la comida más importante del día, así que abrió un paquete de galletas y comió unas cuantas mojadas en café amargo. Hoy era el día, el artefacto estaba preparado para funcionar, y el equipo al completo le estaba esperando en el laboratorio; no podía llegar tarde. Como de costumbre cruzó la autopista en su utilitario, pero esta vez con una sonrisa de oreja a oreja que reflejaba su orgullo y esperanzas ante el momento que estaba a punto de llegar: su primer viaje en el tiempo.

Fue recibido por el profesor Vargas, compañero de infatigables proyectos y de alguna que otra juerga estudiantil, quien le indicó que las pruebas previas habían ido como la seda y que el salto estaba disponible con una fiabilidad del noventa por ciento. Nervios. Al entrar en el habitáculo respiró profundo, se ajustó el cinturón de seguridad y se colocó la máscara provista de visualizadores y respiradores que le asistiría durante el proceso. Todo estaba listo. La cuenta atrás acentuó su nerviosismo, apretó los dientes y asió con fuerza los brazos del asiento, lo que siempre había soñado estaba a punto de hacerse realidad. A través de los audífonos oyó aquella cuenta: tres , dos, uno...

Subió la persiana.

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