¡Que viene el lobo!– gritó Pedro de forma algo sobreactuada.
Todos corrieron a recoger sus rebaños, aún a sabiendas de
que estaba mintiendo, pero “por si acaso”.
Pedro llevaba años haciendo lo mismo, pero al ver que sus
mentiras eran creídas por sus convecinos una y otra vez, llegó a rozar lo
ridículo. Mentía con tal descaro y desfachatez, que se permitía el lujo de
engolar la voz, bailar mientras gritaba o incluso hacerlo cantando. Daba igual,
todos le creían porque se habían acostumbrado a hacerlo.
Pedro creció y ya no amenazaba con que venía el lobo,
ahora simplemente agitaba una bandera.
Joder, más destrozao el cuento para toda la vida. Que final mas tenebroso y realista. Haz tu el guión del juego tio.
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